

Este es el flujo de decisiones automáticas al volante.
Cada decisión mientras manejás un auto de carrera es una reacción automática. En milésimas de segundo, recibís una avalancha de información: la vibración en el volante, el rugido del motor, la presión del acelerador bajo el pie, la fuerza lateral que te comprime contra la butaca. En el rally, se suman las notas que lee el copiloto, advirtiendo lo que vendrá más adelante.
Todos esos inputs sensoriales llegan al cerebro todos juntos y al mismo tiempo. El cerebro recurre a patrones pre aprendidos porque no puede pensar; le llevaría demasiado tiempo y esfuerzo. Reacciona automáticamente. Sin embargo, no todos los patrones precargados son buenos. Algunos provienen de experiencias mal aprendidas o hábitos que hacen que el piloto reaccione mal, perdiendo tiempo y el control.


La precisión de una maniobra no se decide en el momento, sino en el entrenamiento, a través de la visualización y la memorización de movimientos suaves y coordinados. Es en esa práctica donde se reconfiguran los patrones para ser eficaces.




Ante los estímulos, la acción motora ocurre automáticamente. Se mueve el pie, se gira el volante, se ajusta el balance del cuerpo, todo en una secuencia continua donde cada acción se enlaza con la anterior. Al mismo tiempo, el feedback comienza a llegar: la respuesta del auto, la fricción de los neumáticos con la superficie, la transferencia de pesos, el rugido del motor subiendo las rpm.
Este feedback alimenta el sistema, cerrando el ciclo en tiempo real. El cerebro lo compara con el resultado esperado y ajusta la acción en un proceso continuo y sincronizado. Cada corrección es casi imperceptible, pero vital para mantener el control.
Es un proceso rápido e instintivo, donde intentar vencerlo llevaría a una constante lucha contra las reacciones naturales. La clave está en reprogramar el patrón mediante entrenamiento, cambiando la reacción.
No se trata de pensar; se trata de sentir, de reaccionar, de conectar cada fibra muscular con el auto y el entorno, convirtiéndose en uno con la máquina.


AUTOR: Carlos D’Andrea