COPILOTOS: forjadores silenciosos del camino al éxito
Copilotos: Ser piloto de vehiculos de competición es una condición que reúne muchas cualidades y características poco frecuentes en el resto de los deportistas: Al manejo de la tensión, la convivencia con la adrenalina y el coqueteo con el riesgo se le suma el poco margen de error que existe.
Todas esas particularidades se multiplican exponencialmente si, además de automovilismo deportivo, nos referimos específicamente al Rally. En ese contexto todo se potencia: las alegrías, las tristezas, los festejos en las victorias y los sinsabores de no poder alcanzar los objetivos. También es una ecuación en la que además del factor mecánico (es decir, la herramienta a conducir), el destino no está en las manos del piloto; además se suma la injerencia -tan vital como trascendental- de los copilotos.
Un buen desempeño del copiloto es fundamental para un mejor rendimiento del piloto de Rally, suelen pasar desapercibidos, pero sin ellos todo resultaría más complejo en un deporte en el que la simplicidad se torna una compañía ideal.
Las tareas de un copiloto no son para nada sencillas, ya que de ellos depende nada más ni nada menos que la confianza del piloto a lo largo de los exigentes y complicados recorridos que se deben completar en cada competición.
Un copiloto no puede hacer que se ganen carreras, pero sí puede hacer que se pierdan. Es una tarea que demanda concentración, responsabilidad y gran capacidad de decisión. Trazar una hoja de ruta; transmitir percepciones del camino; identificar obstáculos; aportar precisión y calma, y hasta, inclusive, realizar trámites administrativos previos a cada evento: los copilotos son personas todoterreno que se esfuerzan y adquieren un papel secundario para que los pilotos brillen a la hora de acelerar.
Son responsables que se encargan de cuestiones reglamentarias, se ocupan de los horarios de actividad y de chequear que todas las obligaciones burocráticas y deportivas se cumplan al pie de la letra. Muchas veces, además, funcionan como nexo entre el grupo de mecánicos y el piloto.
Desde la primera toma de contacto con el trazado encienden todos sus sentidos para absorber la mayor información posible. La misión es concreta: guiar a su compañero o compañera en ambas etapas, la del reconocimiento de la ruta (en la cual toma nota de absolutamente todo lo que el piloto le sugiere o destaca del recorrido) y la de carrera (en la que intentará plasmar cada una de las anotaciones que fue haciendo previamente -a una velocidad en la que cualquier otra persona ni siquiera podría escribir- en el reconocimiento de la misma).
Cada copiloto armará un análisis FODA para que sus respectivos pilotos puedan desligarse de ciertos aspectos y que su foco de atención se centralice en llevar a cabo, de la mejor manera posible, su labor. Es decir: identificarán fortalezas, buscarán oportunidades, intentarán mejorar las debilidades y procurarán neutralizar las amenazas para que la competición se simplifique.
Ascensos y descensos, depresiones y lomas, vados, arroyos, nieve, cambios de superficie, elementos inesperados y animales sueltos: el copiloto (conocido también en muchos países como copiloto) y el piloto son quienes, como equipo, tienen que resolver esas situaciones; uno con los ojos puestos en el camino, y el otro con la mente en su propia guía para que se pueda traducir su análisis previo a la competición en resultados positivos.
Cada uno de ellos tiene su propio código de anotación, que después será el que marque el rumbo durante la carrera. El objetivo es derrotar al tiempo, y los copilotos tienen que descifrar el secreto para poder hacerlo. La confianza entre el piloto y su copiloto tiene que ser absoluta: es la mejor -y única- manera de ser veloces como conjunto para alzarse con la victoria, el principal anhelo como equipo.
Son guardianes del camino y de sus propios compañeros: interpretarán el Road Book del evento para confeccionar una hoja de ruta acorde a las preferencias del coche y del piloto, en simultáneo controlarán sus propios tiempos y los de los demás competidores para ir contemplando referencias a lo largo de la competición. Deberán tener una excelente lectura de mapas, de GPS y un minucioso análisis de la telemetría disponible.
Una vez concluida cada etapa tendrán menos tiempo de descanso que los pilotos, ya que continuarán con trámites administrativos y, también, trabajarán codo a codo con los mecánicos para dejarles en claro cuánto tiempo dispondrán pata poder llevar a cabo los cambios y arreglos necesarios al vehículo de competición.
Sumada a una condición física apta, y una fuerte mentalidad para ser sostén de su propio compañero en momentos complejos, el copiloto será, en caso de ser necesario, quien se conecte por vía radio con los auxilios para informar algún suceso fuera de lo contemplado como normal.
Está claro que es algo mucho más difícil, profundo e importante que indicar la velocidad de una curva y cuán pronunciada es la misma (más allá de que eso tampoco sea algo simple). Son artífices de grandes hitos y, muchas veces, responsables directos de hazañas en los contextos más hostiles.
Carlos Sainz, campeón del Mundo de Rally en 1990 y 1992, no podría haber alcanzado todos los éxitos que celebró en su carrera deportiva sin el insondable acompañamiento de su talentosísimo copiloto (ya retirado de la actividad), el coruñés Luis Moya con quien estuvieron a escasos metros de alcanzar su tercera corona juntos si el Toyota Corolla que compartían no sufría una avería en el Rally de Gran Bretaña, en 1998.
Tampoco el qatarí Nasser Al-Attiyah, múltiple campeón del Rally Dakar, hubiese elegido a fines de la temporada 2021 a Alba Sánchez, la copiloto Leonesa, como su propia compañera después de haberla enfrentado en la Copa de España de Tierra, de no ser porque su rol no fuera vital para que él mismo deposite su confianza en ella.
Copiloto, navegante o compañera. Distintas maneras de denominar a una persona a la que el destino quiso ubicar a la derecha de un piloto para convertirlo en guía de un camino que compartirán juntos con un mismo objetivo: ganar.
Autor: Stefano La Rosa
